El último de ‘Los Cinco’

Here’s Arnaldo Fernadez’s article, “The Last of the Cuban 5,” in Spanish.

Este jueves, Fernando González saldrá de una prisión en Arizona y los “Cinco Cubanos” se reducirán a tres, ya que Rene González fue puesto en libertad desde 2011.

Fernando González
Fernando González, oficial de la inteligencia cubana preso por décadas en EE. UU., sale en libertad el 27 de febrero.

Están previstas las fechas de excarcelación de Antonio Guerrero [Septiembre 18, 2017] y Ramón Labañino [Octubre 30, 2024], pero Gerardo Hernández arrastra dos cadenas perpetuas: una por conspiración de espionaje, que parece excesiva, y otra por conspiración de asesinato, que constituye un error judicial.

Idolatrado por el régimen de La Habana y demonizado por el exilio histórico en Miami, “Los Cinco” y su dura experiencia encarnan la tormentosa relación entre Cuba y EE. UU. desde la administración Kennedy.

Ver “Del 26 de julio al 22 de noviembre hasta hoy (JFK Facts, Feb. 9, 2014)

De los restantes prisioneros, Antonio Guerrero tiene previsto salir el 18 de septiembre de 2017 y Ramón Labañino, el 30 de octubre de 2024, pero el último de “Los Cinco”, Gerardo Hernández, no tiene fecha de puesta en libertad. Arrastra dos cadenas perpetuas, una por conspiración de espionaje, que parece excesiva, y otra por conspiración de asesinato, que es simplemente errónea.

La excarcelación de González lima otra aspereza irritante en las relaciones entre Cuba y EE. UU., pero el encarcelamiento indefinido de Hernández muestra que el diferendo político entre Washington y La Habana ha ido más allá de la verdad y la justicia para hundirse en la insensatez. Y ciertamente no puede haber solución sin el fundamento común de los buenos argumentos.

La creación de “Los Cinco”

24 de febrero de 1996, tres avionetas Cessna de la organización Hermanos al Rescate (HAR), con sede en Miami, fueron interceptados por cazas a chorro de Castro. Aunque enrumbaron hacia el espacio aéreo internacional, dos Cessnas fueron derribadas a cohetazos y la tercera escapó.

El Congreso estadounidense consideró por ley [22 U.S.C. § 6046] que el derribo de las avionetas equivalía al “asesinato a sangre fría” y urgió al Presidente “a procurar que Fidel Castro fuera acusado ante la Corte Internacional de Justicia por este acto de terrorismo.” Nunca se hizo así.

Sin embargo, luego de que cinco espías cubanos fueran acusados por evidente espionaje en 2001, el jefe de la red, Gerardo Hernández, alias GIRO, fue acusado también de conspiración para cometer asesinato: “matar ilegalmente a otro con premeditación” (18 U.S.C. §§ 1111, 1117). HERNANDEZ habría sido cómplice en el derribo al transmitir mensajes específicos de cuándo volarían los agentes cubanos infiltrados en HAR y advertirles que no lo hicieran fuera de programación.

Una conspiración que no fue

Gerardo Hernández
Gerardo Hernández permanecerá preso indefinidamente en EE. UU.

La conspiración criminal es cosa de manual viejo. Su esencia es el acuerdo para lograr determinado objetivo, no el resultado (“Developments in the Law: Criminal Conspiracy,” Harvard Law Review, Vol. 72, No. 5, marzo de 1959, 922). HERNANDEZ tenía que haber sido enjuiciado por lo que presuntamente acordó hacer, con independencia de que finalmente sobreviniera un crimen equivalente al “asesinato en sangre fría.” Incluso si se hubiera propuesto colaborar en un plan para destruir las avionetas Cessna de HAR, pero en la creencia errónea —y HERNANDEZ efectivamente lo creía— de que así Cuba actuaba legalmente, su acuerdo para matar con tal justificación no había constituido asesinato.

En realidad, HERNANDEZ era un oficial de inteligencia sin poder de decisión que desempeñó función de mensajero advirtiendo a otros agentes. HERNANDEZ no provocó ni alentó los vuelos de HAR. Su conocimiento previo era de dominio público: Castro podría intentar derribar las avionetas si continuaban violando el espacio aéreo de Cuba.

HERNANDEZ nunca hubiera creído que Castro arremetería contra las avionetas de HAR de forma ilegal, porque Cuba habría quedado entonces expuesta a una represalia devastadora de Estados Unidos. Más aún: nadie pudo haber llegado jamás a un acuerdo sobre lo que realmente sucedió: un trágico incidente fronterizo.

Tanto las investigaciones de la OACI como los radares estadounidenses revelan que las dos avionetas Cessnas derribadas estaban a punto de entrar en el espacio aéreo de Cuba y se dirigían hacia La Habana alejándose de sus rutas planificadas de vuelo. Iban siguiendo a la otra Cessna, que ya había entrado en el espacio aéreo de Cuba. A 540 millas por hora, dos cazas a chorro cubanos interceptaron las avionetas. Hicieron primero con un pase de advertencia y dispararon después.

Los cazas a chorro cubanos traspasaron los límites o calcularon mal, por menos de un minuto, la línea invisible de la frontera nacional. Por ello ningún presidente de EE. UU. se ha atrevido a acusar a Castro ante la Corte Internacional de Justicia Y por eso también es completamente falsa la inferencia de que HERNANDEZ tenía previo conocimiento de un plan para “matar ilegalmente a otro,” esto es: en el espacio aéreo internacional.

Una estrategia fallida de defensa

No obstante, la defensa misma reforzó la acusación al acentuar el efecto político teatral: Cuba lo hizo bien todo con relación al derribo y las propias víctimas se lo buscaron. Así, el abogado defensor Paul McKenna trató de defender a Castro contra la acusación de asesinato, en vez de defender a HERNANDEZ contra la acusación de conspiración.

Tres cuartos del juicio de los “Cinco Cubanos” se dedicaron a precisar dónde las avionetas habían sido derribadas, aunque esto era irrelevante para el cargo de conspiración. Desde su moción del 29 de febrero de 2001 para desestimar este cargo, McKenna fijó su defensa en la tesis de que habían sido derribadas en el espacio aéreo de Cuba y vinculó así la suerte de HERNANDEZ a la prueba de que las acciones de otros habían sido legales.

Esta defensa fue quijotesca en sí misma. McKenna se propuso convencer a los jurados de que debían confiar en los datos de los radares cubanos —asentados a mano en papel cebolla— eran más exactos que aquellos registrados electrónicamente por los radares estadounidenses. El tiro de gracia sobrevino cuando el único experto presentado por McKenna, el Coronel de la Fuerza Aérea de EE. UU. David Buchner, no pudo explicar por qué las coordenadas que había recibido del Coronel cubano Capote para el juicio eran notablemente diferentes a las que Cuba misma había dado a la OACI en 1996.

El 8 de junio de 2001, HERNANDEZ fue declarado culpable por un jurado que —algo extremadamente notable— nunca fue instruido por nadie de que HERNANDEZ tenía que haberse propuesto asesinar para ser responsable del cargo de conspiración de asesinato.

El diferendo entre Cuba y EE. UU. no alcanzará una solución satisfactoria si prosiguen persiguiéndose objetivos políticos estrechos que introducen confusión en la discusión de problemas relevantes e inflaman las pasiones en perjuicio del sentido común.

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